LUNES SANTO Y PRENDIMIENTO: AÑIL DE MELANCOLÍA

Publicada: 29-03-2021
Categoria: Cultura

LUNES SANTO Y PRENDIMIENTO: AÑIL DE MELANCOLÍA

Después del jubileo del Domingo de Palmas, se cierne la Pasión. Tras la calma, la tempestad. Al igual que Jesús entró triunfante en Jerusalén con semblante sereno y tez incorrupta, la profecía había de cumplirse para el perdón de nuestros pecados. En Bollullos fue un lunes. El mismo destino quiso que el puente entre la gloria y la herida no se edificara en el núcleo urbano de siempre, sino en torno a la juventud de la feligresía de María Auxiliadora. Y así, desde que el Hombre de ojos claros y piel morena llegara a su barrio agonizando el siglo XX, las calles aledañas andan prendidas de su pena y de su estoicismo, y le arropan en masa para que la soledad del ya sabido entregado y traicionado se diluya con la veneración.

La Hermandad del Prendimiento de Bollullos realiza su particular estación de penitencia en la tarde noche del Lunes Santo. Aguardando la llegada de su Madre de la Amargura, un sólo paso procesiona hasta la fecha: el conjunto del Prendimiento de Cristo en el Monte Getsemaní - “Monte de los Olivos”-.  A falta de tres imágenes secundarias en el misterio (San Juan Evangelista, San Pedro y un centurión romano), cuatro son las tallas que lo conforman: un miembro anciano del Sanedrín que porta en su diestra una antorcha encendida y señala con la zurda al Señor; un carcelero aciago que vocifera desencajado y agarra la soga con la que maniatará al Hijo de Dios; Judas Iscariote, el discípulo traidor, quien toca con su diestra la espalda del Maestro y con la opuesta empuña fuertemente la bolsa de las treinta monedas de plata, pago de su fechoría - ¡no hubo, hay ni habrá fortuna más amarga ni abyecta!-; y finalmente, Cristo, con rostro de aceptación resignada y manos en actitud de entrega y sumisión. 

Todas las tallas son obras del artista local José Antonio Faraco, realizadas en el período que comprende desde el año 1997 al 2002. Asombra la representación de los opuestos: la belleza del Mesías versus la fealdad patética de sus captores. Asombra la enormidad de ese trozo de Linares: un paso adquirido a la Hermandad del Rescate de la ciudad jiennense en 2011. Asombra el remate silvestre en la trasera de tal colosal teatro religioso: un olivo. Asombra la blanca túnica de Cristo, símbolo de la locura judaica. Asombra el mecer simétrico de los pies matemáticos de sus costaleros. Asombra que tanto peso parezca flotar… Pero nada es casualidad, se porta a la Divinidad de la “parte de arriba” de Bollullos, y toda esa devoción resulta en magnificencia.

Es Lunes Santo, pero nos sabe a melancolía. Nos sabe a recuerdo, como símbolo del añil de la capa y antifaz de sus nazarenos. Nos sabe a lo poco de hoy y a lo mucho de ayer. Nos sabe a la orfandad de sus calles, desde la Paloma o Guadalquivir a la Rábida. Nos sabe a filas inacabables de capirotes imaginarios. Nos sabe a ausencia de la Hermandad última y requerida. Nos sabe a saetas que no se cantarán en una entrada inigualable. Nos sabe a una Coronación extraña e inconcebible. Nos sabe a la Amargura de la pérdida. Nos sabe al bienio más tedioso jamás vivido.

Sin embargo, no olvidemos que tras el frío abatimiento, aunque el menú de sollozos parezca interminable, queda siempre la luz incombustible de los ojos del Prendido de María Auxiliadora. Esa claridad despeja cualquier duda. Por eso no será el último Lunes Santo, sino un Lunes Santo de melancolía. Un Lunes Santo de azul añil.

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